🧯 Todos son tóxicos menos yo
(o por qué señalar gente en nombre de la comunidad no te hace mejor persona)
Llevamos años escapando de Twitter, construyendo algo mejor, algo más humano. Y luego pasa: alguien comparte un enlace «problemático», otro responde con un hilo de 15 toots explicando por qué esa persona es peligrosa, y de repente estamos otra vez en bucle de drama.
Pero esta vez es diferente, ¿verdad? Esta vez es por el bien de la comunidad.
Ese no, que es malo. El otro tampoco, que tiene vínculos turbios. A aquel ni tocarlo: usó IA una vez.
Y así empieza el ciclo: una persona acusa, otra responde, alguien se ofende, y antes de que nos demos cuenta hay cuatro hilos, veinte boosts con cara de decepción y tres instancias bloqueadas.
¿Te suena? No es una historia nueva: es el mismo guión de siempre, solo que ahora con estética libre y lenguaje de cuidados. Cambian los nombres, cambian los temas, pero el ritual es idéntico: “Yo solo quiero proteger a la comunidad.”
Claro. Y yo solo quiero un pony.
En el Fediverso nos gusta pensar que no hay algoritmos. Pero a veces parecemos uno colectivo entrenado para amplificar lo peor: sospechas, condenas instantáneas, moralismo en tiempo real, y una pila de emociones revueltas con cero contexto.
Ese usó IA. Ese colabora con no sé quién. Una vez le vi decir algo raro en 2019.
El problema no es la crítica legítima. El problema es ese subidón moral que se siente al poner a alguien en el punto de mira. Esa satisfacción silenciosa de estar en el lado correcto, mientras el resto observa y asiente. Es el linchamiento disfrazado de cuidado. Es la sospecha envuelta en términos como “red flag” y “problemático” para que suene menos a hoguera.
Porque seamos sinceros: a veces se nota que se disfruta.
Y no hay comunidad sin confianza. Ni sin matices. Y la confianza no se construye con listas negras ni con ecos de rumores.
«Yo solo aviso por si acaso.»
«Hay que tener cuidado con…»
«Una cuenta me dijo que fulanito era peligroso.»
El rumor se convierte en sentencia. El post en herramienta de exclusión. La supuesta descentralización acaba orbitando alrededor de la opinión de tres o cuatro personas con muchos seguidores y cero ganas de contrastar información.
Investigar da pereza. Pero poner una cruz encima de alguien es fácil, rápido y genera favoritos. Lo curioso es que quienes critican el modelo influencer de Twitter ejercen el mismo poder: deciden quién entra, quién sobra, quién merece altavoz y quién ostracismo. Solo que ahora lo llaman “cuidado comunitario”.
El Fediverso no tiene algoritmo, pero sí tiene dinámicas que amplifican el conflicto. Y muchas veces las alimentamos sin querer.
El proyecto que se atreve a existir sin tu permiso
Ese proyecto anuncia instancias que no me gustan. No importa que sea útil, que funcione, que esté bien hecho. Si no encaja en tu visión pura del Fediverso, hay que tumbarlo.
Bonus extra si no fue idea tuya. Porque, aceptémoslo, a veces el pecado no es ser cuestionable. Es tener éxito sin haber pedido permiso.
La instancia marcada para siempre
Esa instancia tuvo problemas en 2021. ¿Y? Cambiaron de admin. Rehicieron normas. Corrigieron errores. Pero nada de eso importa si alguien hizo un hilo sobre eso alguna vez. Porque una vez marcada, siempre marcada.
Verificar es molesto. Es más fácil guardar la lista negra mental y aplicarla automáticamente.
El pecado de las herramientas impuras
Y si alguien usa herramientas «impuras», peor. Cloudflare. Discord. Hosting poco ético. Si un proyecto libre, gratuito y útil usa algo imperfecto para existir, se convierte en objetivo. Porque aparentemente es mejor no hacer nada que hacer algo desde una infraestructura contaminada.
Y así seguimos. Alguien se equivoca. Alguien le apunta. Otra persona mete más leña. Alguien más comparte sin verificar. Y otra bloquea por si acaso. Al final tenemos a una persona cancelada por algo que quizá ni hizo, o que sí hizo, pero no era para tanto.
Eso sí: la comunidad está «protegida». Misión cumplida.
Y lo que queda es un espacio donde hay que caminar sobre cáscaras de huevo para no provocar a nadie. Donde pensar diferente es arriesgado. Donde el miedo a ser el siguiente en la lista ahoga cualquier conversación incómoda. Un entorno donde la paranoia se disfraza de activismo y los cuidados se convierten en censura social preventiva.
¿Y si cuidarnos fuera otra cosa?
Aquí va una idea incómoda: cuidar no es apuntar con el dedo al primero que se sale del guión.
Cuidar es preguntar antes de asumir. Contrastar antes de compartir. Escuchar antes de bloquear. A veces, cuidar es callar. O simplemente no añadir leña a un fuego que no entiendes del todo.
Cuidar es entender que tú también puedes equivocarte. Que tú también puedes malinterpretar. Que tú también puedes estar repitiendo una dinámica de mierda mientras crees que estás salvando a la gente.
El espejo incómodo
Antes de seguir leyendo, frena un segundo. ¿Cuántas veces compartiste un “ojo con esta persona” sin saber realmente qué había pasado? ¿Cuántas veces asumiste que alguien era tóxico porque “todo el mundo lo dice”? ¿Cuántas veces viste cómo destrozaban a alguien en tu timeline y pensaste en silencio: “menos mal que yo no soy así”?
No pasa nada. Nos ha pasado a todas. El problema es no querer verlo.
Lo difícil de hacer lo distinto
El Fediverso no tiene algoritmo, pero eso no basta. Si de verdad queremos hacer algo distinto a Twitter, hay que practicarlo. A diario. Aunque no dé likes. Aunque nadie lo boostee.
Y eso empieza por hacerse la pregunta que más incomoda.
¿Estás cuidando?
¿O solo estás reafirmando que tú sí estás en el lado bueno?
La pregunta queda ahí.
La respuesta, solo tú la sabes.
Gracias por apoyar un Fediverso libre, imperfecto y auténtico. Nos vemos en el caos.